Conocerse es sumergirse en el dolor ajeno, y este es un viaje interior y múltiple. Un íntimo vagar para superar la ininteligibilidad de una época marcada por el signo de la indiferencia.

Mientras la ciudad —azotada por la lluvia y asediada por el mar— se desvanece, el silencio y la duda anegan el alma de un grupo de amigos.

En la barra del bar o en la pista de baile, en los recitales improvisados de la poesía más íntima o en las visitas intempestivas, estos náufragos sobreviven la tragedia y se resisten a la imposibilidad del encuentro.

Conocerse es sumergirse en el dolor ajeno, y Quizás nos pase a todos nos invita a ese viaje interior y múltiple, a una polifonía que se bifurca entre la retórica y la acción, el arte y la vida, la quimera y el pragmatismo. Un íntimo vagar en el que la amistad es apenas el primer paso para superar la ininteligibilidad de una época marcada por el signo de la indiferencia.

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