Pastor de caracoles


La música como descanso de las palabras y, paradójicamente, parte indispensable de la poesía.
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Pastor de Caracoles es el alter ego de Diego L. Monachelli en su versión sonora; musical, ¿un juglar moderno? Tal vez. ¿Un trovador, un bardo intempestivo? Quizás.
Pastor de Caracoles es el alter ego de Diego L. Monachelli en su versión sonora; musical, ¿un juglar moderno? Tal vez. ¿Un trovador, un bardo intempestivo? Quizás.
La música como paisaje sonoro por el que vaga la prosa, en busca de un énfasis que no logra o de un sentido fugitivo que vislumbra sin alcanzar. Palabra y música traman el paisaje de un espectáculo intimista, sin artificios, en el que los versos acentúan su melodía y la música enfatiza lo que tiene de narrativo; entonces, es cuando todo se convierte en un paseo por las emociones humanas, tan universales y comunes a todos como difíciles de expresar.
Una amalgama sencilla y heterodoxa que sale del ruido y el vértigo de la cotidianeidad, para alejarse de ella y comprenderla mejor, experimentarla más intensamente y resignificarla.
La música como anhelo de silencio en medio de tanto ruido.
La música como una pregunta; un secreto.

«El poeta pone en juego el instinto de conocimiento que el músico deja descansar. ¿Pueden realmente coexistir el uno al lado del otro? Cuando nos abandonamos a la música no hay ninguna palabra en nuestra cabeza, lo cual es un gran alivio».
F. NIETZSCHE
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